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El Eibar convierte Ipurua en su gran baluarte

Carlos Vela y Pedro León se saludan antes del partido.
Carlos Vela y Pedro León se saludan antes del partido. / MORQUECHO
  • Los triunfos ante el Valencia y la Real y el empate sumado ante el Sevilla le sitúan como uno de los equipos más fuertes como local

Ni el xirimiri que se instaló ayer por la tarde en Eibar impidió que la localidad armera viviera una plácida resaca del derbi guipuzcoano. Por tercera temporada consecutiva, la Real vino, vio y perdió ante un conjunto armero que se ha propuesto convertir Ipurua en un fortín inexpugnable. Además de los donostiarras han pasado por aquí el Valencia y el Sevilla, equipos que pertenecen a la nobleza de la categoría y solo los sevillanos han podido llevarse un punto de aquí. El resto, junto a los tres que se trajeron de Granada, forman parte ya de un botín que se eleva a diez, los mismos que el Las Palmas, sexto clasificado, y a cuatro del Real Madrid, rival de los azulgranas el próximo domingo en el Bernabéu, a las 16.15 horas.

Un inicio aún más espectacular.Los 30 puntos sumados en la primera vuelta de la pasada campaña convirtieron al Eibar en el equipo revelación hasta el ecuador del campeonato y, pese a que el mero hecho de igualar ese bagaje ya se antoja complicado, lo cierto es que va camino incluso de mejorarlo. Por de pronto los armeros cuentan ya con un punto más que en el pasado ejercicio a estas mismas alturas, y lo que es más importante, las sensaciones que transmite el equipo son aún más poderosas, especialmente por el excelente rendimiento que está ofreciendo en Ipurua. Siete de sus diez puntos los ha logrado como local, una cifra solo superada por el Sevilla, que ha ganado los tres partidos que ha jugado en su feudo.

Intensidad en bloque. El propio técnico de la Real, Eusebio Sacristán, había prevenido a los suyos del gran nivel de autoexigencia y sacrificio de los eibarreses, que funcionaron como un ente único que apenas dejó maniobrar al rival. Tanto es así que Asier Riesgo fue un espectador más bajo sus tres palos gracias a que los otros diez compañeros que saltaron junto a él y los tres que salieron en la segunda mitad brillaron cada cual con más fuerza. Empezando por los dos delanteros y pasando por un centro del campo erigido en un tabique infranqueable, los componentes de la línea defensiva vivieron su partido más sosegado, lo que les dio pie a sumarse a la propuesta ofensiva con alegría y determinación.

Subsanar los errores. En una categoría tan competitiva como esta desperdiciar un penalti puede conllevar una pena a pagar después en el resultado final, pero el Eibar no perdió ni un solo minuto en lamentar la ocasión perdida. Se había mostrado superior con 11 y, sabiendo que disputaría toda la segunda mitad con uno más, saltó de nuevo al campo confiado, sin prisa, pero sin pausa. Llegó por mar, tierra y aire, por las bandas, por el centro y desde los banderines de córner. Definió en dos ocasiones, la primera con la ayuda de Illarramendi, pero generó muchas más opciones de gol.

Nano, desatinado pero expeditivo. De no ser por el desacierto de Nano, el luminoso habría reflejado de forma aún más evidente la superioridad de los locales, pero pese a que el tinerfeño erró ocasiones de esas que no se deben perdonar nunca, dejó patente que tiene la portería rival grabada en su cabeza. Él lo tiene claro. En cuanto recibe el balón va a buscarla y, aunque ayer no la llegó a encontrar, ya se ha apuntado el lugar exacto de su ubicación para próximas citas. Quería prolongar la felicidad que le produjo estrenado como goleador en Primera ante el Málaga, aunque al final no sirviera para puntuar, pero las ganas pudieron más que la puntería.

Derribando tópicos . Las ideas preconcebidas son siempre difíciles de cambiar, pero el Eibar hace tiempo que dejó atrás su imagen de equipo rocoso que abusa del juego directo. Mantiene intactos sus genes y su filosofía siempre unida al trabajo y al sacrificio. Pero no está exento de calidad, ni mucho menos. y no solo la que se refiere a la que Pedro León exhibe en cada partido. Todos, sin excepción, además de dejarse la piel, también gustan de jugar bien al fútbol.